Hoy como duele tu ausencia en mi pecho,
aunque sé que al final, fui yo quien te sacó de tu lecho.
A veces pienso sentir tu latir aquí dentro,
más es imposible, vuelvo al despierto.
Tu ida no fue fácil, todo fue lento,
ya que no fue una herida sino muchos tormentos
que poco a poco te consumieron, te volvieron negro.
Lento fue tu desangramiento y larga la espera
deseando que acabara, que ya de una vez murieras,
pues a pesar de todo lo que diste,
ahora tus heridas me dolían,
me tenían triste;
sumida en la agonía,
con múltiples heridas,
sin ninguna morfina
más que mi cabeza, mi alegría,
me la pasaba en sueños, fantasías,
nada era real, pero alejaba la melancolía.
Te amo y siempre te amé.
Adoro tu recuerdo,
adoro todos esos momentos
y no sabes cuanto lo siento
que no estés conmigo en este momento.
Sólo recuerdos quedan
de antes que te hirieran.
Que lindo fue vivir sin pensar,
que nos iban a traicionar
no una, sino tres a mi pesar.
Tres grandes heridas que cuando una lograba suturar
Otra se abría y ambas te hacían sangrar.
Negro el día en que me harté,
en mi pecho mis uñas clavé
y con todo el dolor te arranqué.
Negro estabas, seco de amor,
y es que te había infectado el dolor
en esas heridas abiertas que nadie curó,
y que con promesas que nadie cumplió
te enfermaste de muerte mi querido corazón.
En dulce memoria te escribo,
a ti que ahora pareces parte del olvido.
Pues tu inocencia me mantuvo viva,
a pesar que por ella ahora esté en agonía…